EL 28 DE JULIO A LA LUZ DE LA HISTORIA
By: Apolinario Mayta Inga
Fue una fiesta, no una rebelión, desfiles lujosos, no cargas victoriosas
El 28 de julio de 1821, se celebraron ceremonias para Proclamar y Jurar la Independencia. Desde el tablado en que estaba de pie San Martín y de los balcones del palacio se arrojaron y distribuyeron medallas conmemorativas de plata a la multitud, con inscripciones apropiadas. Un lado de estas medallas decía: “Lima Libre Juró su Independencia el 28 de Julio de 1821” y en el reverso se leía: “Bajo la Protección del Ejército Libertador del Perú, Mandado por San Martín”.
Resulta simbólico que la aristocracia criolla haya designado al Conde de la Vega del Ren, Don José Matías Vásquez de Acuña, para portar el Estandarte de la Independencia. Y que solamente los criollos de la nobleza virreinal hayan firmado el Acta de la Independencia, aquel domingo 15 de julio de 1821 en Cabildo Abierto convocado por Don Isidro de Cortázar y Abarca, Conde de San Isidro, alcalde de Lima nombrado por el virrey Joaquín de la Pezuela, registrando en total 339 firmas.
No sabemos si el porvenir reservará para el 28 de julio la misma trascendencia que reviste en este Bicentenario. La fecha conmemorativa podría trasladarse al 25 de mayo, 4 de noviembre, 6 de agosto o al 9 de diciembre, fechas del inicio de la Revolución Asháninka de Juan Santos Atahualpa o de Túpac Amaru y triunfos de las batallas de Junín y Ayacucho.
El 28 de julio de 1821 sólo marca la atadura de lazos de San Martín con la aristocracia limeña, esfera realista hasta la médula que se aconchabó con San Martín y Bolívar. Esta nobleza oportunista, nada tiene que ver con los heroicos Montoneros, populares guerreros de la patria
Verdades desdeñadas hasta hace poco; sobre todo la acción de los Montoneros. Ellos, no lo olvidemos, habían cercado Lima en julio de 1821 y con el bloqueo de la Escuadra Sanmartiniana, el aislamiento de la Capital era completo y el hambre empezaba a dejarse sentir. Sin embargo, fueron prohibidos de ingresar a Lima al momento de la Jura de la Independencia. San Martín los vetó participar en las fiestas y ceremonias.
En realidad, el 28 de julio de 1821 fue un acto carente de mayor trascendencia; fue una fiesta, no un alzamiento: un festejo, no una rebelión, desfiles lujosos, no cargas victoriosas. San Martín secretamente había pactado con el Cabildo de Lima, dominado por la aristocracia limeña descendientes de los virreyes.
Heraclio Bonilla Mayta resume en frase polémica: El día de la proclamación de la independencia más que un suceso de celebración es un DÍA DE DUELO para los indígenas del Perú (Bonilla Mayta, 2001). La Independencia sólo benefició a la aristocracia criolla, criollos de clase media y hasta españoles; pero no a los campesinos, esclavos, indígenas y el pueblo peruano que luchó por su libertad. San Martín gobernó con la nobleza y les manifestó abiertamente: La revolución no está y no ha estado en contra de vuestros verdaderos privilegios.
Basadre afirma, después de la Independencia, la estructura social queda efectivamente intacta, e incluso la condición del pueblo empeoró durante la República, pues se mantuvo la esclavitud del negro y el tributo indígena hasta el 3 de diciembre de 1854, que fue abolida en Huancayo por Ramón Catilla. El reconocimiento de la existencia legal de las comunidades indígenas recién se efectuó en 1920 y la participación indígena en el sistema electoral en 1980, después de 159º años de la Independencia.